lunes, 15 de septiembre de 2008

"Sucuyá"

En momentos de inspiración lo asaltaba el recuerdo de los días en que las cosas no tenían nombre; así fue como me habló de su viaje a la finca Sucuyá junto con su madre, sus hermanos y la familia de doña Mirna Arana, del viaje en carreta a las costas del lago y la arena que le encanelaba la comida y la concha de tortuga que era lamida por las olas y los troncos que usaban para flotar y las burlas de los primos por sus delicadezas de niño "Managuita" y los canales llenos de agua que se perdían entre los surcos de la caña de azúcar y "Tatu" Meza que se quedó dormido junto al canal y la historia todavía no confirmada de que había un lagarto viviendo bajo un puente de madera y que solo asomaba la punta de la nariz por encima del agua y del cuarto en que se encerraban a jugar a las escondidas y del aroma a sudor de bestias-humanos y las monturas y aperos apestadas de garrapatas y en el patio el viento barriendo las hojas muertas y Carmen, el marido de su tía, que se envolvía el brazo de derecho en un guante de plástico transparente y que luego lo introducía por el orificio rectal de unas vacas gordas y torpes y que decía que así podía palpar la vida que se formaba dentro del vientre de la madre y su tía que afinaba su puntería asomando por la ventana el cañón de su rifle 22 y haciendo blanco en el tronco de un árbol de espino negro y de su encuentro feliz con las frutas silvestres y el sol que le quemaba la espalda y le cegaba la vista...todo esto me lo contó mientras competíamos por ver cuál de los dos podía escribir su nombre sobre el polvo, usando su pene como lápiz y la orina como tinta. Yo apenas logré logre completar dos de las cuatro letras que componen mi nombre, y él escribió su firma con una caligrafía de escribano de principio de siglo...

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