viernes, 9 de octubre de 2009

DE LOS SUEÑOS COMPARTIDOS.

Lo encontré más melancólico que nunca, tenía cara de no haber dormido bien o de haberse levantado con el pie izquierdo. Ante mi pregunta de qué le pasaba me contó que su mujer había salido hacía un par de noches, que un avión se la había llevado lejos y que aunque sabía que solo era por unos días no se había dado cuenta de lo difícil que sería el no cumplir con todos los rituales que también la incluían a ella. Me dijo que cada mañana, lo primero que hacía al despertar era ver el rostro pacífico de su mujer, contemplar el largo de sus piernas y asegurarse que el sueño le hubiera agregado nuevos encantos, luego salía del cuarto sin hacer ruido y cerraba la puerta tras de sí, se dirigía al cuarto de baño y orinaba casi pidiendo perdón por el eco que hacía el chorro de orín al caer dentro de la taza del inodoro, regresaba a la cama buscando calentarse en el regazo de la amada y se quedaba esperando el momento en que ella despertara para una vez más comprobar que sus sueños estaban sincronizados. Me describió la escena: el y ella se contaban lo que habían soñado, buscaban descifrar los mensajes ocultos y luego se quedaban en silencio...porque sabían que compartian la realidad diaria, pero que también compartian la realidad de los sueños y eso los hacía especiales...estaba tomando notas de todo lo que en la ausencia de la mujer había soñado, para que cuando ella regresara se pusieran al día -la verdad es que cuando ella no está yo casi no sueño, me confesó-...Me marché dejándolo enfrascado en su tarea, tenía una hoja de papel en una mano y un lapicero en la otra...y sentí envidia, pero esto no se lo dije.

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