domingo, 24 de enero de 2010

Soñar...

En la tarde del primer martes del mes de enero lo encontré leyendo en la sala de su casa. Me dijo que llevaba tres noches seguidas soñando con Ella. Ella, la innombrable, se había marchado a recorrer el mundo y en el camino se había enamorado de un tipo gordo y calvo que tenía un aire de turco. En sus sueños la mujer vestía de rosado y estaba encerrada en una cuarto todo rosado (la cama, las paredes, las cortinas, la luz, las sombras, el techo y una foto), ella se enjugaba una lágrima brillante que le bajaba por la mejilla derecha y movía los labios pero de su boca no salía sonido alguno...y noche tras noche esta misma imagen se repetía, pero siempre el final era diferente: la primera noche ella se levantaba de la cama y tomaba un libro, la segunda noche ella tenía una hoja de papel y un lápiz y trataba de escribir pero sobre el papel aparecían garabatos enmarañados que pronto desaparecían y en la tercera noche llovía y una mancha húmeda se extendía sobre la pared. Y siguió contándome: hoy tengo miedo de soñar otra vez, cada noche que pasa el sueño es un poco más vívido y mucho me temo que ella pronto recupere el habla y me grite a la cara lo bien que le está yendo con su nuevo galán y lo feliz que es lejos de mi y de mi mundo de mierda. Pero esto no sería lo peor, lo peor sería que yo también me metiera en sus sueños y entonces también le contara de cuánto ha cambiado mi vida desde el momento en que atravesó la puerta...y entonces nos enfrasquemos en esta guerra onírica que no tendría fin y tampoco traería beneficio a nadie.
Le dije que se dejara de mierdas y se dedicara a vivir, que los sueños no se comparten y que tampoco se hacen realidad. Me miró como quien ve acercarse una tormenta y entonces sentenció: pobre de ti que no te das cuenta que la realidad es la cosa más parecida a los sueños. Me despedí confundido y prometiéndome comprar un libro sobre el significado de los sueños...porque esta noche me propongo soñar.

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