sábado, 10 de mayo de 2008

Paisaje Rural

Con la llegada del invierno-temporada lluviosa- los campesinos preparan la tierra para recibir el agua. Allí está Roberto, un campesino tosco y muy trabajador-como todos los campesinos- que se levanta antes que el gallo cante y con un sorbo de café en el estómago sale a trabajar la milpa. Con una yunta de bueyes jóvenes y robustos rotura la tierra en surcos rectecitos y profundos. Hombre y animales trabajando juntos bajo el sol aun tibio de la mañana. La tierra revuelta huele a despertar. Los bueyes babean de cansancio y la camisa de Roberto está empapada de sudor. Mientras sostiene el arado, piensa en que según las señales tanto en la tierra como el en cielo este año habrá suficiente lluvia. Las golondrinas bajan a comer los insectos que salen despavoridos por el sonar de cascos contra el suelo. Roberto se comunica con sus bueyes de una manera que yo no entiendo; un par de sonidos roncos y las bestias se detienen. Les da una nueva orden, un jincón en las costillas y los bueyes se reacomodan para dibujar otra línea sobre la tierra...y así se repite el proceso hasta que la tierra parece una página de cuaderno escolar. Con las primeras lluvias se siembra...se planta un mosaico de maíz, sorgo, frijoles verdes, ajonjolí, chiltomas y un poco de tomates. En el huerto junto a la casa se plantan algunas verduras...todo esto se hace con la esperanza en que Dios proveerá suficiente agua y sol, y que no llegarán plagas hambrientas a devorar lo que con tanto sacrificio se ha sembrado...después de cuatro meses la recompensa se traduce en helotes cocidos, tamales, rosquillas, rosquetes y guirilas...un campesino no puede estar más feliz que cuando la tierra pare los frutos engendrados con tanto sacrificio.

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