viernes, 9 de mayo de 2008

Templos

Las esquinas tienen que abordarse con los ojos cerrados. Un paso a la vez y con la yema de los dedos apenas acariciando la rugosa superficie de las paredes, tantear cualquier desnivel en la acera (un charco o alguna caca de perro). Hay que asaltar esos pocos espacios que aun nos quedan, esos espacios donde todavía es posible ser uno mismo y no agachar la mirada ante el espectáculo salvaje de la vida moderna. Desde las esquinas es posible tener una visión del estado en que se encuentra el mundo; contar cuantos carros rosados pasan, si las palomas se posan en los hilos telefónicos, el instante en que las luces del alumbrado público se encienden como por arte de magia, las madres regresando a casa...ventanas a las cuales asomarse a cualquier hora del día...templos abiertos al mundo. (El mundo reflejándose en un espejo).

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