sábado, 28 de agosto de 2010

La Soledad.

Mientras dormía, subió a lo más alto de sus sueños y desde allí se lanzó de cabeza al vacío. Cuando despertó, seguía abrazado a la almohada y sobre las sábanas lo esperaba el cuaderno donde la noche anterior había escrito el poema más triste del mundo:

Mañana, cuando ella no esté aquí
no pierdan su tiempo intentando despertarme
ella ya estará lejos
y yo estaré más allá...

A como pudo salió de la cama, se arrastró hasta la cocina y se preparó algo de desayuno. Con los ojos cerrados sorbió el primer trago de café, después encendió un cigarrillo y se quedó un momento viendo cómo las espirales de humo se elevaban y bailaban a la luz mortecina de la mañana...y finalmente se convenció que ahora sí sabría lo que era la soledad.

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