lunes, 30 de agosto de 2010

En un país no tan lejano...

Aquella mañana el dictador envió a su ejército a agrupar a toda la población en la plaza más grande del país. Por todas partes se podían ver ríos de gente que se precipitaba hacía el punto de reunión. Cuando ya todos estaban en sus puestos, el dictador se subió a una mesa desvencijada y gritando a todo pulmón arengó al pueblo: "Ciudadanos y ciudadanas, he decidido-los dictadores no piden opiniones- que a partir de este momento vamos a empezar a construir una nueva patria"... El dictador no pudo continuar con el discurso porque una mano anónima que se escondía en la multitud disparó un tiro, un tiro solitario que penetró en el pecho gordo y velludo y perforó el corazón. El hijo del dictador trató de retomar el discurso, pero esta vez fueron muchas manos las que detonaron muchas armas y el aprendiz de dictador también fue ajusticiado. Después de estos dos ensayos, ya nadie más quiso ser dictador. Dicen que en la plaza central de aquel país se erigieron dos estatuas, una del padre dictador y otra del hijo que quiso emular al padre...estas estatuas le recuerdan al pueblo lo que le puede suceder a aquellos que se atrevan a querer esclavizar a sus semejantes...

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