lunes, 21 de abril de 2008

Encuentros (Azul 2.0)

en la mañana de ese día no había señal ni el cielo ni en la tierra de que algo extraordinario le iba a suceder. como todas las mañanas se bañó temprano y tomó la taza de café amargo. salió con la esperanza de llegar temprano a su puesto de trabajo-un cubículo triste con paredes recubiertas de plywood, una computadora a la que le faltaba la ñ (por eso escribía "ano" por "año"), y un escritorio inundado de papeles...en fin, era el típico empleo en el que uno se muere entre el tedio y un salario miserable. mientras esperaba por el bus-el vehículo que lo llevaría al matadero-, se le acercó una muchachota vestida con un traje de ejecutiva bancaria y lo llevó en vilo a través de una conversación fluida y cadenciosa que lo dejó con la boca abierta. ella le pregunto qué hacía por la vida y dónde trabajaba, cuánto ganaba y dónde vivía... pensó que aquella mujer se había enamorado a primera vista de él-cóomo se nota que era un soñador y que creía en la buena suerte y en el ineludible cumplimiento de los designios del destino, y que ignoraba que él no era precisamente un Adonis- y le regaló toda la información solicitada...cuando se despidieron ella le prometió que lo llamaría a su trabajo...
no podía esconder su ansiedad. cada vez que repicaba el teléfono el corazón le daba un salto y se entristecía al descubrir que no era ella. a eso de las diez de la mañana sonó el teléfono, lo levantó lentamente tratando de prolongar el cosquilleo en el estómago, se acercó el auricular al oído y dijo: "haló, buenos días"
-"buenos días", le respondió la voz ya familiar, "me comunica con el señor Estrada, por favor?".
-"el habla. cómo estás?", hizo esta pregunta mientras se imaginaba los labios rosados de aquel portento de mujer.
-"muy bien", le respondió ella.
-"y dígame, para qué soy bueno?", le preguntó con la esperanza de recibir una invitación a salir(tal vez una cena, un poco de baile, y para cerrar la noche con broche de oro un par de horas en algún motel).
-"bueno, es que esta mañana cuando le conocí no le mencioné que trabajo para un banco. yo estoy encargada de vender tarjetas de crédito y me preguntaba si tendría interés en ser uno más de los afortunados en portar una de nuestras tarjetas?". el señor Estrada se sintió morir de desilusión y casi se puso a llorar...y la voz en el teléfono le explicaba de manera mecánica todos los detalles respecto a los trámites y papeles que tendría que llenar si aceptaba la oferta, le mencionó el bajo interés y los puntos que ganaría por cada compra realizada que se cargara a la tarjeta, los beneficios en restaurantes y tiendas exclusivas...pero el señor Estrada ya estaba demasiado lejos como para escuchar aquella retahíla...

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