lunes, 4 de octubre de 2010

El Show Amarillo.

En la pantalla de todos los televisores de todas las casas aparece la misma dolorosa y trágica imagen: el padre con el pelo alborotado y las manos crispadas, llorando a lágrima suelta sobre el ataúd que contiene los restos de su hija, su única hija. La gente se aglomera en la puerta de la casa y los periodistas corren cargando sus micrófonos de un lado a otro, todos en busca de la novedad; los camarógrafos y fotógrafos se pelean por conseguir el mejor ángulo, la imagen que capte el dolor desgarrador que este hombre está sufriendo, la foto que ojalá también haga llorar a los lectores y televidentes. Los vecinos también tienen un papel que jugar en esta escena, ellos lloran, murmuran, susurran, se acercan al padre y lo abrazan y le dan palmadas en la espalda, otros simplemente están allí para ser testigos del dolor ajeno y no tener nada mejor que hacer. La imagen del día es una donde el padre de la difunta está tirado sobre el féretro rascando la pintura que cubre la madera...y en las casas, la gente dice pobrecito.

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