viernes, 22 de octubre de 2010

La Muerte y Sus Cosas.

La gente amaneció agitada por la noticia de la muerte del único soñador del pueblo. En la casita del difunto se aglomeró una multitud ansiosa por ver cómo era el rostro de un soñador muerto. Las mujeres lloraban a todo pulmón, una rueda de hombres jugaba a las cartas y después de cada partida hacían circular una botella de ron de la que todos tomaban, los niños correteaban por el patio y se tropezaban con los adultos de rostro triste y compungido. La madre del muerto estaba sentada en un rinconcito de la sala, tenía un rosario entre las manos y un pañal enrollado en la cabeza. Un murmullo in crescendo se regó como pólvora al momento de la llegada del sacerdote seguido por una recua de monjas y un monaguillo con su capa roja. El sacerdote se acercó al ataúd y en el momento en que alzaba el brazo derecho para hacer la señal de la cruz, la madre del muerto se abalanzó sobre él gritándole: "!Fuera de aquí, fuera. Usted tiene la culpa de que mi hijo se haya muerto. Usted le cortó las alas a mi hijo. Fue usted y sus prédicas sobre infierno y castigos eternos y todas esas mierdas los que provocaron que mi hijo se deprimiera hasta morir de tristeza!". En el mismo orden en que llegaron se marcharon el sacerdote, las monjas y el monaguillo de la capa roja. La madre del difunto volvió a su rincón a seguir rumiando su dolor. Afuera los hombres volvieron a sus juegos de carta y a la botella de ron, los niños reiniciaron su carreras y los rostros se volvieron a llenar de tristeza...
Dicen los rumores que el soñador murió de muerte natural; una sobrecarga de sueños por cumplir y dos semanas de insomnio. Pero estos son sólo rumores, lo que sí es cierto es que desde que el sacerdote fue expulsado de la casa del muerto, nadie se ha vuelto a acercar a la iglesia.

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